Una forma interesante de conocer Europa es arriba de una bicicleta. Las distancias no son tan grandes y con un par de buenos mapas y un poco de ingenio lingüístico se llega a todas partes, se conoce gente interesante y se ven muchas cosas imposibles de ver desde el bus turístico. Si no, pregúntenle a mi amiga Patricia como nos entendimos con la dueña de una pensión en Hungría, mientras viajábamos a lo largo del Danubio desde Passau hasta Budapest, o como conocimos a un japonés de Hiroshima en Viena, que curiosamente viajaba sólo y odiaba tomar fotos; o el ruso de una tienda de souvenirs en Szentendre, Hungría, que se despidió en castellano de nosotros, después que todo el rato nos habíamos quejado de sus precios pensando que no nos entendería. Esa si que fue vergüenza y craso error de parte nuestra el pensar que por allá nadie hablaba castellano, ya que en otra tienda también nos atendió una diosa húngara que hablaba la lengua de Cervantes y Neruda a la perfección.
Pero ahora no hablaré del Danubio sino del Main (o Meno para los españoles). El domingo pasado aprovechando el regreso del verano decidimos hacer un recorrido a orillas del Main en Bavaria. El río nace en el este de Alemania, cerca de la frontera con la República Checa, y desemboca después de 524 Km. en el Rhin. Entre medio pasa por hermosas ciudades como Bamberg o Würzburg, pero también cosmopolitas metrópolis como Frankfurt am Main.
Luego de montar las bicicletas arriba del auto, emprendimos el viaje hacia Miltenberg a unos 60 Km. de Frankfurt. Yo traté con todos mis esfuerzos de manejar prudentemente y no superar los 120 en la autopista, aunque cada vez que llegaba a 130, Susanne miraba el taco y luego las bicicletas que comenzaban a oscilar lentamente arriba del auto.
A poco de abandonar Frankfurt comprendí lo que los alemanes denominan Sonntagfahrer, algo así como automovilista de fin de semana. Con el fin de no excederme en la velocidad me fui por la pista derecha. Así no molestaba a nadie por ir tortugüeando y los meches y convertibles pasaban sin problema por la segunda y la tercera pista a 160 ó más. Sin embargo, luego de un instante ingresó un automóvil delante de mí. Yo, como buen conductor, disminuí la velocidad para permitirle el ingreso. Sin embargo, nuestro taco bajó a 110, 100 y luego a 90 y yo ya me veía encima de este tipo, mientras esperaba que acelerará.
Después de internarnos por un camino secundario, decidimos no seguir los datos de nuestra guía y comenzar el tour en Miltenberg sino en Kleinheubach. Este último es un pueblo ribereño que como ocurre en varias otras ciudades a lo largo del Main y del Rhin parece haber dejado atrás sus años de opulencia, aunque la página Web de la ciudad demuestre lo contrario. A no más de 500 metros de nuestro inicio, nos topamos sin saber con la primera atracción: El castillo Kleinheubach, un palacio barroco que ahora alberga un hotel. Ingresamos a sus jardines y de ahí nos dirigimos por un camino de piedras hacia el río y el bosque, que a su vez es parte del parque del castillo, para llegar rápidamente a un campo de girasoles y de raps.
No habían pasado más de 20 minutos y ya nos preparábamos para la primera pausa. Ahí mismo encontramos un restaurante para ciclistas y nos maltratamos un poco. Lo más divertido fue cuando trajeron el plato de la Valentina y le hicimos notar a la mesera que habíamos pedido una porción infantil. “Esa es una porción infantil” nos dijo sonriente. Ahí recordamos que estábamos en Bavaria, donde cualquier “vaso” de cerveza de menos de medio litro es un “dedal” y los patos son platones. Una faceta que deja en claro las raíces agrícolas de la zona….
Al rato agarramos las bicicletas y proseguimos el viaje. Pasamos por unas ruinas antiquísimas y llegamos a Miltenberg. Una ciudad que vive del turismo y que celebraba su Kermés. La Valentina fascinada con las sillas voladoras. Sin embargo, era hora de su siesta y cruzamos el río para continuar el tour río abajo, salir de la ciudad, y encontrar un buen lugar para descansar. Al rato la Valentina se durmió en el asiento. Apoyada en mi brazo pasamos al lado de un monasterio y finalmente llegamos a un bosquecillo ribereño. Justo cuando la voy a poner a dormir, un olor extraño invadió mi nariz. Cambio de pañales y fiesta para la Valentina. Se le pasó el sueño y para su mala suerte diviso los juegos. A columpiarse y balancearse se ha dicho. Yo me quedé leyendo, aunque después la acompañé a su nueva atracción. Una muralla para escalar. Apenas puede correr y ya quiere escalar. ¿A quién habrá salido digo yo?
(Klingenberg)
Al llegar a Klingenberg nos llevamos una agradable sorpresa. El pueblo de 6 mil habitantes era casi de cuento, al menos para los sudacas y japoneses. Casitas de madera entrecruzada, todo muy bien pintado y limpio. Sin embargo, era domingo. O sea todo estaba cerrado. 30 grados de calor y nosotros buscando un lugar donde comprar algo para tomar. Ya que todos los restaurantes estaban vacíos, lo que para mí es un mal indicador, optamos por subir un cerro e ir al restaurante del castillo feudal, una ruina del siglo XII. Pero oh, sorpresa. Luego de aparcar las bicicletas comprendí que había olvidado mis llaves y las de Susanne en el auto. O sea las bicicletas se quedarían sin cadena. Como buen chileno, soy desconfiado. Además en Colonia y Frankfurt no es raro ver ruedas delanteras tomadas a un poste aseguradas con cadenas pero tristes y solitarias.
Sin embargo, parece que las malas costumbres aún no han llegado a Klingenberg. Nos tomamos unos helados y comimos kuchen. Claro, con el esfuerzo ya estábamos nuevamente con hambre .
El regreso río arriba y con viento en contra no fue tan agradable como la bajada, pero igual nos motivo a retomar la idea de recorrer Europa en bicicleta. Si bien es cierto, este año finalmente no fuimos a Estonia, Letonia y Lituania, donde queríamos cruzar los 3 países en bicicleta, los 40 Km., y cero queja de la Valentina nos alentaron para el próximo año. Claro, que justo ayer vi un tour para ciclistas que parte en Suiza, cruza Francia y llega al mediterráneo. Ya veremos a dónde nos vamos.
(Klingenberg)
5 comments:
Que lindo los paisajes que muestras, y como dices tu, son como salidos de un cuento de hadas, esas casitas, esos tejados. Son maravillosos.
Que interesante poder recorrer esos lugares en bicicleta, dime en zona rural también tienen ciclovías???
Bueno que tengas un buen fin de semana, y se agradecen las visitas.
dios me libre...puedo ir para alla?
andemos en bicicleta juntos...llevamos harta Pepsi
gracis por el coment, pero no esty deprimido, solo meditando en el pasado y en las segundas versiones de todo
abrazillos
estoy tomando pepsi!!!!
Para una latina como yo no dejo de ser sorprendente en Alemania y Austria cuan señalizada y bien ubicadas estaban las ciclos vias .... al parecer el tour del Danubio es bastante famoso.
Lo mejor eran las distancias y lo bien ubicados que estaban los restoranes ..... lo malo cuando toco demasiada lluvia ... al llegar a Ybss que implico andar toda la tarde sin parar para llegar a un buen lugar.
El tour es demasiado entretenido y los lugares son demasiado bonitos .... sobre todo en el campo y los alrededores de las ciudades ... mi fuerte no era cruzar las calles en las ciudades porque me daba MIEDO .... de latino que piensa que el automovilista no va a respetar al pobre que anda en bicicleta.
Buena medida la bicicleta para ahorrarse la bencina ... pero en Santiago entre el smog (que casi llega al verano) la casi inexistencia de ciclovias y los automovilistas asesinos casi no es una opcion ... claro que lo es si eres amante del peligro que no es mi caso.
Saludos,
Patricia
P.D.: No me gusta la pepsi ... mejor las bebidas de limon que tienen son espectaculares
Post a Comment