La verdadera Alemania

Nazis, Hitler, cerveza, oktoberfest, muro de Berlín, gente rubia y de ojos azules, aunque antipática y fría son las primeras asociaciones de las personas cuando piensan en Alemania. Luego vendría: un país altamente industrializado, Mercedes Benz, BMW, Porsche, un sistema de seguro social que ya lo querría cualquier nación del tercer mundo y, en general, un fiel exponente del mundo desarrollado, donde la gente vive en plenitud y abundancia.
Yo también me imaginaba algo así hasta que me comencé a interesar más en profundidad por el resto del mundo. Leyendo, conversando con extranjeros, viendo documentales y luego cuando comencé a trabajar en El Diario, me fui dando cuenta lentamente de que las cosas no eran tan perfectas. La economía germana crecía a no más de 2 por ciento anual cuando estaba en boom, el desempleo afectaba a más de 4 millones de personas (más del 10% de la población) y el sistema social estaba en riesgo debido al envejecimiento de la población y la falta de dinamismo en la economía.
Una vez en Alemania durante mi primera visita a Colonia en 1998 comencé a verificar que las cosas eran totalmente diferentes. La gente no era ni tan rubia, ni tan blanca, pero si mucho más simpática. Las ciudades no eran tan modernas ni tecnologizadas, pero tenían mucha riqueza histórica, al menos todas las restauradas después de la II Guerra Mundial. Algunas calles tenían hoyos y había mendigos e indigentes y a la primera lluvia fuerte los ríos se desbordaban y los grandes centros urbanos colapsaban con apenas 10 cm. de nieve.

Todo sigue igual o peor

De eso ya hace unos 7 años. Las cosas no han mejorado. El desempleo sigue en alza y sus cifras oficiales están más que maquilladas. Oficialmente se habla de 5 millones, pero las extra-oficiales hablan de 7 ó 9 millones. La economía sigue estancada. Las empresas anuncian un despido masivo tras otro. La gente está atemorizada, al punto de que ya se acuñó la expresión German fear, o el temor alemán, para definir el estado de inseguridad de la sociedad. La demanda interna está congelada. Nadie compra mucho y las empresas hacen campañas del tipo “el ahorro es lo máximo” generando un espiral donde los precios tienden a bajar –también la calidad- y la gente sólo piensa en reducir sus gastos ante el incierto futuro y los centros de las ciudades se llenan de tiendas que ofrecen de todo por uno euro.
Los indicadores de “pobreza” siguen en alza y lentamente se ha comenzado a desmantelar el sistema de bienestar social. Hace un mes atrás se acabó la plata para pagar las jubilaciones y el gobierno tuvo que hacer un millonario traspaso de fondos para hacer frente a los más de 20 millones de pensionados.
El domingo hay elecciones de canciller. La Democracia Cristiana (CDU) alemana hace una campaña de la verdad y ni se sonroja en proponer un impuesto único de 25% para todos, multimillonarios y mineros del carbón; o la eliminación del pago de las horas extra por trabajo de noche o fin de semana o aumentar el IVA en al menos 2 puntos porcentuales desde el 16% actual. Así planea disminuir los costos del trabajo y generar más empleo.
Al otro lado están los socialdemócratas (SPD) que proponen seguir con su agenda 2010 y mantener las reformas iniciadas en el último tempo. Los trabajos de un Euro –algo así como planes de empleo mínimo-, el fomento de las energías renovables para disminuir el efecto de las crisis petroleras o el apoyo a las empresas unipersonales, etc.
Obviamente acá sintetizo mucho, pero, en general no hay muchas propuestas concretas sobre como generar más trabajo, cómo evitar que las industrias sigan emigrando a China, la India o Europa Oriental, cómo atraer más inversiones o cómo mantener el actual nivel de vida de la población.

Grandes cambios?

Alemania tiene un problema estructural: la población se acostumbró a un alto nivel de vida y las únicas soluciones de mercado apuntan a reducirlo para aumentar la competitividad. Sin embargo, no creo que una reducción mínima de los costos del trabajo vaya a generar más empleo, como dice la CDU. Los alemanes no podrán nunca competir con el resto de los países asiáticos o latinoamericanos en costo de producción.

Además hace falta un impulso innovador, pero los alemanes no se caracterizan por su flexibilidad, más aún cuando el promedio de edad de la población es de 40 años (Brasil 25, Chile 28, USA 35, Canadá 37) y esa edad todos quieren seguridad y nada de cambios. Fueron los cambios impulsados por Schröder y su gabinete los que redujeron algunos beneficios y terminaron por reducir el apoyo de su partido en cuanta elección federal se realizó, cimentando así el término anticipado de su mandato y el llamado a nuevas elecciones.

La gente que se resiste a los cambios, entre otros los pensionados -a quienes ya no les suben sus ingresos, si no hasta se los recortan- son sin lugar a duda una fuerza poderosa en las elecciones. Aquí también están los alemanes del este, quienes siguen postergados y frustrados de ver que no sólo sus sueldos son inferiores a los del oeste, sino que también su gente emigra masivamente al oeste. Es más aún siguen confrontados con un capitalismo que no cumplió ninguna de las promesas de paisajes florecientes, como ofreció Helmut Kohl, cuando concretó la reunificación sin consultar a nadie. Si alguien hubiera hecho un plebiscito, Alemania todavía seguiría dividida.
Casi se podría decir que el domingo ganará el que ofrezca menos cambios en las billeteras y proponga lo mejor para generar empleo. Pero a la luz de las últimas encuestas ningún partido obtendrá la mayoría. Acá se vota por partidos. El partido que junto a sus aliados logré más del 50% de representación en el Parlamento nombra al canciller. Hasta ahora los únicos capaces de tener la mayoría son los democratacristianos unidos con los socialdemócratas o sea centro izquierda y derecha juntos. Eso implicará una inmovilidad total para los próximos 4 años. Un triunfo de la CDU acabará con los últimos restos del sistema social y hará de Alemania una copia de los Estados Unidos. Si ganan los socialistas nadie asegura más trabajo. Los nuevos comunistas, fuertes en el este, no tienen ninguna posibilidad de acceder al poder en toda Alemania. Habrá que votar por el mal menor. De una u otra forma el curso está marcado y para la mayoría de la gente será hacia abajo y eso implicará sin lugar a dudas menor bienestar.